domingo, 15 de junio de 2008

UN `CUCO` LLAMADO MATEMÀTICAS

UN ‘CUCO’ LLAMADO MATEMÀTICAS

Por : Ramòn Requena
Consultor Prensa & Propaganda


Matemàticas, cuànto se ha escrito en tu nombre, cuànta historia, cuàntos libros, cuànta tinta derramada buscando respuestas, cuànto progreso alcanzado, cuànta maravilla creada con esos signos. Pero también cuàntas frustraciones persiguiendo su significado, cuànta impotencia descubriendo sus laberintos, cuàntas làgrimas en tu nombre, cuànto misterio y cuànta simpleza a la vez, en una ciencia que lamentablemente no todos llegamos a comprender del todo.

Habìa olvidado las complejidades cavernarias de las matemàticas, total, dejé el colegio en 1970 y la verdad, para lo ùnico que me sirviò en adelante, fue para contar mi sueldo. Me dediqué a las letras por obvias razones.

Aprobar matemàticas, quìmica o trigonometrìa en el colegio, siempre resultò una hazaña, un sacrificio que odié cada minuto, cada segundo que me demandò zambullirme en esas pàginas cuadriculadas ensayando juegos interminables de nùmeros y fòrmulas que sinceramente nunca llegué a entender para qué servìan, nunca me lo explicaron, sòlo habìa que resolverlos y pasar el año. Ese era el objetivo final.

En eso andàbamos todos en el colegio Roque Saénz Peña, de San Miguel, hombres y mujeres, algunos mejor dotados que otros para los nùmeros, pero la mayorìa procurando encontrar durante los exàmenes, respuestas en el techo del salòn, en alguna crucecita prendida en la camisa y, los mas osados, en el plagio aventurero.

Las matemàticas nunca fueron tarea agradable, mas bien tensa y preocupante, difìcil de captar en una sola y apresurada clase, peor si la profesora llegaba de mal humor y olìa pezuña en el apretujado salòn de casi cincuenta jovenzuelos, lo que seguìa era una verdadera tortura. Lo que aparecìa en la pizarra no tenìa ni pies ni cabeza, y atreverse decirle a la maestra que no entendias o que repitiera esa parte, equivalìa a recibir un grueso adjetivo que te marcaba hasta fin de año, o, un buen cocacho.

Esa clase fue siempre un cementerio. Un 11 u 12 eran notas que alborotaban de alegrìa la masa estudiantil; hasta un diez o 09 eran bien recibidos. Coincidente con esa alegrìa antimatemàticas, los profesores de esa especialidad casi nunca gozaron de las simpatìas del alumnado. Una sentencia que, treintaiocho años mas tarde, compruebo con asombro y preocupaciòn, sigue vigente en las escuelas del paìs.

“Te juro papà que apenas entra la profesora de matemàticas, mi amiga empieza a sudar, las manos se le humedecen, le digo que no tiene por qué temer, pero igual, se pone muy nerviosa”. Es la denuncia de mi pequeña Ana Paula, de diez años, siempre tan solidaria, estudia en un colegio privado de monjas. Significa que las matemàticas que dictan los profesores de la nueva era, siguen siendo tan inùtiles para los escolares como las que enseñaban sus colegas en el siglo pasado.

Sin embargo en el transcurso de todo este tiempo, la ciencia ha dado pasos agigantados, las naves espaciales ya no se estrellan en el océano Pacìfico sino que aterrizan cual adiestradas albatros; es la era de los teléfonos celulares y de internet que ha puesto el universo en nuestras manos; ahora dicen que el mundo ya no es redondo, sino plano; los robots, cada año, se acercan mas a la perfecciòn, pero ... ¡oh lamento!, los profesores de matemàticas siguen asustando niños y acomplejando indefensas personalidades con su incapacidad para enseñar y ese porte autoritario que usan como escudo para ocultar su mediocridad.

La humanidad ha creado una modernidad que maravilla, pero aùn no inventamos al nuevo maestro de matemàticas, uno que no asuste, que no enferme y que enseñe facilitando el aprendizaje, desarrollando capacidades en funciòn de los intereses de sus alumnos y del paìs. Una deficiencia imperdonable en la historia de la educaciòn nacional, considerando que los mercados globales exigen cada vez mas competitividad de nuestros hijos.

Esa crisis docente me obliga a contratar una profesora particular de matemàticas, quince soles la hora ... ¡pero qué diferencia!