ESA PARADA DE PERUANAZO
Por : Ramòn Requena
Consultor Prensa & Propaganda
En el Perù, no somos mejores porque nuestros polìticos y el cìrculo de poder econòmico, que son los que nunca pierden durante las crisis, no quieren.
Lo he visto con mis propios ojos, y no aquì, en el Perù, sino fuera, lejos de nuestras fronteras, al otro lado del Atlàntico, donde el sentimiento y la convicciòn de ser peruano, se huele, se siente, te abraza, y es la razòn que al fin y al cabo te permite enfrentar con valor penurias y penas para no morir en el intento. Y son gente comùn y corriente que en su paìs no les dieron la añorada oportunidad que tuvieron que buscar fuera.
Una tarde que volvìa de mis clases de francés en Bordeaux, mientras charlaba con mis compañeras en un dialecto que mezclaba inglés, español y marroquì, descubrì en el tranvìa una figurita peculiar, diferente y tìmida acurrucada en una esquina del lujoso vagòn en el que viajàbamos con destino a La Bastide. Hacìa mucho frìo afuera, asì que la gente iba con abrigo, negro generalmente, bufanda y gorro de lana. La pequeña figurita que no se movìa, parecìa calentarse entre tantos y tan grandes abrigos juntos. Soportaba el duro invierno con fiereza y determinaciòn porque estaba mal abrigado. Examiné su porte, y sentì alegrìa y entusiasmo, mientras, buscaba descifrar ràpidamente su tragedia pues antes de cruzar el puente del rìo La Garonne, le pusé la mano en el hombro impidiéndole bajar en la estaciòn y atacàndolo con un atrevimiento que lo sorprendiò: “Peruano, no?”.
No me habìa equivocado, felizmente, de lo contrario menudo problema en el que me hubiera metido. No podìa ser de otra manera, los peruanos somos inconfundibles, y no es por la raza, ni por el estilo elegante para hablar, sino por la parada. No hay nadie en el mundo que se pare como un peruano, sea en el bus, en la esquina o al lado de un vulgar poste. Tenemos un estilo para congelar nuestros movimientos mientras hacemos tiempo, que marca una diferencia significativa con otros mortales de otras latitudes. Esa parada entre galante y sexi, muy latina, como si fueras dueño del mundo y Tom Cruise tu entenado, es marca nacional irrepetible. Asì que después de dos años sufriendo de nostalgia en Europa lejos de mi barrio limeño, por fin encontraba un cholo de pura sepa, un paisano con quien chupar (beber) unas chelas (cerveza) y achorarnos (desinhibirse) para contarnos mutuamente nuestras aventuras sin tener que guardar formas y sin mirar la hora, como hacen los europeos porque se acuestan temprano. Que aburrido.
No puedo mencionar su nombre porque no tengo su autorizaciòn, pero esa tarde secuestré a mi furtivo amigo en un bar del barrio àrabe y nos metimos una bomba (borrachera) que no olvidaremos. El peruano resultò ser de Comas y ademàs aprendìz de panadero, trabajo que hacìa en Lima antes de viajar a Europa. Còmo llegò a Francia? De ilegal pasando desde España y sufriendo las de Caìn, porque han de saber que la vida es un infierno sin papeles en la naciòn de Sarkozy. Ni siquiera puedes alquilar un miserable cuarto, asì tengas el dinero que va por los 700 euros mensuales aparte de los meses de garantìa, pues requieres de un aval, y nadie se presta para esto a no ser que sea familia o bien conocido. Pero lo peor habìa pasado, estaba haciendo sus papeles y ya tenìa hasta novia francesa. Pequeño, trigueño, trinchudo y con las piernas en curva, mi amigo la estaba haciendo linda en un paìs donde su porte es un atributo bien valorado, por ser descendiente de los Incas, una cultura que los franceses aprecian con devociòn. Yo aprendì ràpidamente ese truco cuando llegué a Francia y apenas conocìa gente les lanzaba: “Je suis peruvianne”, entonces el ambiente mejoraba y la charla se animaba. Asi que solo era cuestiòn de tiempo para que mi amigo, el panadero, rompiera el hielo.
Pasaron algunos años sin verlo, yo andaba entre España y el sur de Francia, y antes de volver al Perù, hace seis meses, mi paisano me invitò a comer un ‘ceviche’ (pescado cocinado con limòn) en su casa. “!En tu casa?! .. no me digas que ..”. Consiguiò trabajo de ayudante en una grande panaderìa y al poco tiempo, junto a su joven francesa, pusieron un sencillo taller donde preparaban la masa para hacer las pizzas; no servìan pizzas, solo vendìan la masa para que sus clientes las preparen en sus casas, y dejénme decirles que les iba del carajo porque a los galos les encanta cocinar su comida, es toda una cultura.
Loterìa, el peruanito estaba haciendo patria y lejos, muy lejos de su tierra, sin un solo euro en el bolsillo, pero lleno de valor y entusiasmo, con fé y mucho trabajo, mal abrigado y peor comido. Es el impuesto que tuvo que pagar para entrar en sociedad. Cualidades y calidades personales que en nuestro paìs pasan desapercibidas para nuestros gerentes con post grados y MBA. En Francia no, vales por lo que demuestras, pues son gente de mucha organizaciòn, justicia y trabajo, y algo primordial, no hay racismo; yo nunca lo sufrì.
Quizas por eso, cuando descubren un peruano, que no hay muchos, por lo menos en Bordeaux, no solo pueden animarse a ayudarlo y apoyarlo, sino, hasta terminan enamoràndose. Créanme.
miércoles, 7 de mayo de 2008
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