martes, 27 de mayo de 2008

LOS DEMONIOS DEL CÒDIGO DA VINCI

Los Demonios del Còdigo da Vinci

Por: Ramón Requena
Consultor Prensa & Propaganda

Me había resistido hasta el final, me negaba a leerlo, no era mi estilo de lectura pero por esos meses la publicidad golpeaba implacable para que cayéramos en las redes de El Código da Vinci. Sospechaba que era una historia mas comercial que científica, mas espectacular que literaria de las que últimamente abundan en las librerías, así que no pensaba gastar mi dinero en una aventura ociosa que sòlo me llevaría a conciliar el sueño, que lo tengo ligero.

Pero sucumbí, la entusiasta insistencia de Raymi y la tentación por leer pesaron mas que mis principios, así que hambriento de castellano como buen latino, puesto que en Bordeaux me fatigo hablando un pésimo francés, decidí pasear por las pequeñas playas de San Sebastián, Donostia, el país Vasco español, y como no podía ser de otra manera en un vicioso lector, antes de saborear una olorosa y amarillenta paella frente al puerto, anclé en la única librería que encontré en el Centro Viejo de esta pequeña pero agradable ciudad fronteriza. Mi recorrido por los estantes fue corto en realidad, normalmente busco historia, pero esta vez estaba allí, esperándome con esa sonrisa coqueta de belleza vulgar y esa mirada que atrae, que invita, pero que al final no te dice nada. Era nuestra conocida Gioconda, la misma de ‘El Código Da Vinci’. Sobresalía entre otros títulos importantes, pero mis ojos ya no tuvieron espacio para nada más. Esa mujer te atrapa; la historia de mi vida, siempre cautivado por bellezas extrañas, aunque ésta, tan ilustre como Cleopatra o tan famosa como Sharon Stone, lo cierto es que entendí desde el principio que no tendría escapatoria. Tenía nueva portada, el estreno de la millonaria película con el mismo nombre había afectado su conocida carátula roja sangre. 16.75 euros la gracia y no tenían edición popular, que resultan baratas en Europa. “Se sigue vendiendo bien..”, me decía la joven mujer encargada, medio en vasco, medio en español. Así que por primera vez, aunque algo tarde, tomé en mis manos bronceadas ese grueso libro que tanto a cautivado al mundo, pero no lo abrí. Como si fuera un viejo conocido, lo abrasé para que nadie me lo arrebatara o para que nadie reconociera lo que estaba comprando, no lo sé, y continué mi recorrido por esos angostos pasajes llenos de cultura y sabiduría intentando dar la impresión que mi búsqueda no había terminado. Así que cuando esos pequeños laberintos ya no me llevaban a ninguna parte, eso creía yo, apareció frente a mi una pequeña escalera y un sótano. “Doy una vuelta y me largo”, pero la vuelta se convirtió en un círculo vicioso que terminó arrastrándome hacia las respuestas mas buscadas de las innumerables preguntas que plantea El Código Da Vinci.

¿Qué claves ocultan las pinturas de Leonardo? ¿Estaba embarazada María Magdalena, de Jesús? ¿Realmente fue prostituta? ¿Qué verdad histórica ha escondido desde su fundación la Iglesia a los católicos? ¿Eran asesinos los Papas en la Edad Media? ¿Cierto que existe otra Biblia? ¿Y el Priorato de Sión? Por último, ¿es cierta o no la historia que cuenta Dan Brown y que lo ha convertido en millonario?

Entre estos laberintos del Nuevo Testamento y la Edad Media la respuesta a una pregunta inmediatamente te lleva a otra cuestión y así sucesivamente hasta que quedas atrapado en una locura parecida a la de Don Quijote, que de tanto leer novelas de caballeros de brillante armadura, terminas trastornado. “Las diversas hipótesis propuestas contienen sin duda mucho mas sueño que de hechos comprobados, pero incluso detrás de las mas descabelladas de ellas, existe a menudo una parte de verdad que desentrañar...”. Lo dice Michel Lamy, un reconocido historiador francés en ‘La Otra Historia de los Templarios’. En eso andaba por los sótanos de la simpática librería Elkar, cuando otra mujer; cuando no conmigo las faldas, me clava la mirada directa a los iris, escandalosamente atrevida y mucho mas misteriosa que la anterior. No había que reflexionar demasiado, esa figura la tenía grabada en la memoria, en los ojos, en el corazón, en la yema de los dedos desde mi primer paseo por el Louvre de París. Es imposible olvidarla luego de verla tan cerca. Era La Joconde, pero esta vez escondida en uno de esos espacios atiborrados de mas libros casi en desorden, como, ¡a ver si te sacas la lotería! Voila, mi día de suerte, “no hay primera sin segunda” decimos en Perú y éste era el caso. ‘Las Claves del Código Da Vinci’, ¿Cuál es la historia real? De Lorenzo Fernández y Mariano Fernández. “Los capítulos que le aguardan tratan de rastrear en qué pueden tener razón quienes dan pábulo a las historias del Santo Grial hecho sangre, producto de la supuesta descendencia de Jesús y María Magdalena. ¿Están todos locos de atar o se atisba por alguna parte una base sólida en esas propuestas?”. La portada es similar a la primera, pero cargada de pequeños titulares y con fondo negro estrellado. 12.95 euros costaba ese placer. Estaba contra la espada y la estantería pues mi economía no era muy buena, pero no iba a dejar a esa extraordinaria mujer allí, abandonada en esa horrible penumbra clamando porque la arranque de su encierro, porque termine con su soledad. Por primera vez en mucho tiempo tenía la oportunidad de convertirme en un verdadero ‘caballero’, como Beckham, ¿por qué no?, sin espada que mas da, pero caballero al fin y al cabo, de esos que despiertan a las princesas con un beso en los labios. ¡Cuanto tiempo sin besar los labios que quiero! Así que la tomé, me apropié de ella como cuando te robas la primera mujer de tu vida a los 18 años y después lo que venga, y salí casi corriendo sin mirar nada mas, cerrando los ojos y la conciencia a todos los tesoros que debían andar por allí esperando a que alguien los desentierre, temiendo serle infiel apenas al minuto de tenerla entre mis manos, que ese ha sido siempre mi pecado, y no paré hasta la caja.

Feliz, ansioso, perturbado y enamorado contaba los minutos para desvestir página por página esos dos portentos femeninos que orondo yo y coquetas ellas, caminábamos radiantes, satisfechos de la conquista mutua bajo ese mediodía soleado por las empedradas callejuelas románticas de ese antiguo San Sebastián turístico que para nada huele a Eta*, que mas bien emana paz, perfume y belleza.

Lo cierto es que Jacques Sauniére, el de la novela de Dan Brown, existió en la vida real pero como François Bérenger Saunière, y no era un renombrado conservador del museo de Louvre, sino mas bien un común y humilde cura rural cuya vida cambió radicalmente luego que la Iglesia Catòlica lo desterrara a una olvidada aldea de Francia en 1885: Rénnes le Château, al sur de Toulouse, cerca de la frontera con España y del mar Mediterráneo, donde encontró un templo destruido y no más de cien almas. Pero lo que nadie sabía era que su altar mayor, consagrado nada menos que a María Magdalena, asombrosamente embarazada en esta réplica, guardaba desde hacía siglos uno de los secretos históricos mas buscados de la humanidad: cuatro pergaminos amarillentos y enmohecidos con información precisa que data desde el año 1244, en plena época de las Cruzadas. Saunière los encontró y de pobre pasó a millonario. ¿Cómo lo hizo, qué contenían los manuscritos? Para variar, el cura tenía una joven amante que para sorpresa de todos, encargó la construcción de un ataúd días antes de que el religioso muriera, cuando nada hacía presagiar que el sacerdote falleciera.

Como ven, las Cruzadas no han terminado, seguiremos siendo templarios a nuestra manera, sin caballería ni corazas, pero con la gran cruz incluida en la búsqueda incansable de nuestro propio Grial.

* Al momento de escribir este artìculo, la banda terrorista ETA aùn respetaba la tregua acordada con el gobierno español de Rodríguez Zapatero. Hoy ha vuelto la violencia y yo no he regresado mas a la inolvidable San Sebastian.